jueves, 14 de agosto de 2008

REENCUENTRO CON LA NIEVE

Ardo en deseos de recogerte de la escuela, y por eso me excuso con lo de la nieve. Te divertías en el patio, tus manitas de muñeca modelando la barriga contenta, navideña, de un Buda feliz.
Se me antoja una bata de enfermera esta blancura de sábana lavada a base de detergente con supertensoactivos. Por eso antes tengo que pasar por la consulta del hombre del tiempo. Quiero preguntarle si este es el invierno en que el frío se me va a instalar en los huesos de por vida. Y si me sucede lo del patinador sorpresa, los resbalones traumáticos, apúntame con el vaho de tu risa, que el calor de tu aliento me desentumezca los recuerdos. He de recuperar, por ejemplo, aquella memoria de la madrugada nevosa que trajo a mi padre el aviso urgente del suyo muerto. Y, ¿por qué no? También mi infracción de nieto que no observa el luto, la temeridad olvidadiza del que a la mañana siguiente se afana en perseguir y aporrear amigos a bolazos... Mi madre desconoce la pericia de los pilotos uniformados, el buen ojo de los controladores aéreos, y por eso desgrana las cuentas de su rosario del “pobrecillo la primera vez que coge un avión y que sea por esta desgracia tan grande mira que si la pasa algo por esas alturas de dios por culpa de la nevada”.
La nieve ha tardado en volver. Será por eso que me pilla con el paso cambiado y ahora no se me ocurren más que fracturas, hombros dislocados, brechas en la cabeza… Tampoco me cae ya en el mismo barrio, ni el pasajero por el que mi madre tanto temió aquella madrugada puede acariciar esta caspa de angelotes. La vida debe cumplir su promesa natural, debo ser yo el primero en dejar de ver la nieve crecer, y por eso le rezo, cuando duermes, a los mapas del tiempo.
Me has dicho: “la nieve no está tan fría como creía”. Me río de tu pareado. Eludo mi discurso sobre el punto de congelación del agua a la presión normal de una atmósfera. Para eso le pagan a los maestros, que te lo expliquen ellos, con sus libros ilustrados. Es demasiado pronto para que descubras que es hielo la costra que me endurece los sentimientos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno. Te pones sentimental pero no puedes refrenar ese impulso de los técnicimos, "atmósferas" "punto de congelación del agua". Me gusta el final que son dos, el corazón frío y duro, pero el hielo se derrite. Hace tiempo que no hay nada nuevo.

José Cruz Cabrerizo dijo...

Es que no intento refrenarlo, sino potenciarlo. Los científicos se quejan dela falta de conocimientos científicos que posee el personal, los literatos se quejan de los bajos índices de lectura. ¿Ciencias o letras? Ambas; en la variedad está el gusto.