lunes, 4 de agosto de 2008

LENTA ES LA NOCHE


“Podría pasarme la vida bailando mambo”, me dijo. Y al verla saltar, Freddy y los guatequeros atacaron “La niña Popoff” con un tempo loco, como de locomotora. Ya no había pista de baile sino un tatami, una gallera sin alambrada, pollitos con su navaja bien plegadita en el calcetín cerrando el círculo en torno a la mandinga de piernas de color cacao.
Cuando uno se envejece micciona al día siguiente el trago del anterior. De modo que no es de extrañar que todavía me resonara en la cabeza aquello que habían hecho sonar “a la guayaba madura se le quita la pepita, el hombre cuando es celoso no busca mujer bonita”. Los viejos se tornan susceptibles. Pasé los labios por el borde de la copa, allí donde los suyos habían movido el azúcar de remolacha enrojecida de granadina y carmín, un dulce borrón, y cerré los ojos. Al abrirlos, el cocolo agitaba la coctelera detrás de la barra, mirándome con una lástima de hijo. Susceptibles y excéntricos. Puse el billete encima de su copa. “El resto del guano se lo das para un taxi”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Todos los cadáveres soltad un pedo al unisono para que los vivos oigan a la muerte y huelan el caviar y las chuletas de ternera digeridos y expulsados por millones de anos podridos.
-Qué pesimista estás hoy.
-¿Pesimista? Ayer encontraron los trozos del cadaver de un niño de unos cuatro años en el estrecho. Tenía los ojos muy abiertos y de su boca salían peces de colores.

José Cruz Cabrerizo dijo...

Desde allí tampoco pueden hacer mucho: llamar nuestra atención también a través de la literatura. En este sentido, en el libro "Entre las dos orillas" (puedes leer mi reseña en
http://www.aeue.es/media/Ou1/File/Items/dossierabril08/LAOPINIONDEGRANADA050408.pdf )
la mayoría de las historias hacen referencia al paso del Estrecho. Claro, que más al interior tampoco la cosa les va mejor: ni siquiera nos enteramos que hace así como un par de meses en Sidi Ifni la desproporcionada represión de unas revueltas han dejado varios muertos. Aunque de la vida a la muerte no hay mucho trecho para ellos.
Palabras sordas y oídos necios, no hay más.