Hay quien dice que en el momento de morir vemos pasar nuestra vida como una sucesión de fotogramas. Mientras estaba siendo estrangulado con una tira de super 8, el proyeccionista del cine club contempló sucesivamente secuencias de “La muerte tenía un precio”, “El infierno del odio”, y “Apocalypse now”. Entre estertores agónicos, con la voz ahogada de Don Vitto Corleone, aún pudo articular la frase “Cinema paradiso”. La última certeza de su vida le vino como el fogonazo de luz de un proyector sin película: "Mi mujer tenía razón. Yo sólo vivía para el trabajo".
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