sábado, 29 de noviembre de 2008

ÍNDICES DE IMPACTO


-¿Has visto las tetas que tiene?
-¡Cállate, cabronazo, a ver si te oye y nos saca de los agradecimientos!
-¿De qué sirve ver el nombre de uno en una tesis doctoral?
-Igual algún día salimos en el Science Citation Index. Esta ha estado en el M.I.T. y todos aquellos capullos la van a leer.
-¿Qué MIT?
-El Instituto Tecnológico de Massachussets, soplapollas.
-Creía que hablabas del Mitocondría’s Club, el Mit. Esa ha dejado empajillado a medio Instituto. ¡Qué estructura atómica tiene!
-Calla y vamos a liofilizar la leche.
-Leche, ¿eh? Y aquí el cachondo soy yo.
-No te olvides de darle al interruptor del vacío.
-El vacío sólo es un concepto. ¿Sabes cuál es la probabilidad de que dos partículas choquen en una depresión así, pongamos de diez elevado a menos 5 Torr?
-No, pero te recuerdo que esta noche hemos quedado para seguir discutiendo sobre la existencia de Dios, así, con mayúsculas. Y no te escaquees que hoy tú pones el ron, los panchitos, y las Coca-Colas.
-Igual podríamos demostrar la existencia de Dios, con mayúsculas, a través de la cromatografía de líquidos.
-No sabes ni lo que dices.
-Ya le tengo echado el ojo a la columna cromatográfica y al inyector.
-Sigues erre que erre y ya te lo dijimos claramente. A ver: fase líquida y fase estacionaria. Si Dios está en todas partes, correrá lo mismo en una y otra. ¿Estamos en lo que estamos? Por ahí viene.
-¿Dios?
-No, pero te levanta a las alturas. Es la buenorra.

martes, 25 de noviembre de 2008

YA ES COSTUMBRE

Hab{ia olvidado citar nuestra cita semanal con la Biblioteca Imaginaria. Esta semana se incluye mi reseña sobre el libro de relatos "El tam-tam de las nubes". En http://www.labibliotecaimaginaria.es.

sábado, 22 de noviembre de 2008

EL CICLO DE LAS ESTACIONES


A una distancia poco prudente las garzas baten las alas de forma desacompasada, carentes de esa elegancia que lucen en las danzas de cortejo. Son puro alboroto, movimiento frenético para zarandear el corazón y que les siga regando por dentro; tienen que aventar los cristales de escarcha, el rígido sarcófago del frío que les pone reflejos brillantes de lágrima en las plumas.
El hombre que mira las garzas abre unas manos de dedos largos, entumecidos como varillas huesudas de abanico, y suelta sobre el témpano de hielo el poco mijo que pudo sisar a su dieta colmada de cuencos rasos.
Con la falta de pericia de un reptil aletargado saca las lentes de su funda. Luego una gamuza que en mejores tiempos debió ser azul marino. Tal vez está convencido de que frotando con ese harapo deshilachado va a poner claridad en las dos galletitas redondas veladas de ralladuras como el cuarzo que son los cristales de sus gafas.
-Si sobrevivo al invierno... -murmura a media voz.
Si sobrevive al invierno no dudará en acudir al templo, ofrecer su palo de sándalo y una hoja de pan de oro al buda junto a la rosaleda, allí donde las flores, todos los años, consiguen revivir el perfume del jabón de tocador de su esposa. La memoria de los ancianos tiene la naturaleza propia de los misterios insondables del universo. Da cuerpo, hace vívidos los primeros recuerdos, y tritura, digiere y excreta los momentos apenas recién consumidos.
Luce una torpeza de marioneta rota, ahora que se aleja de la laguna congelada en dirección a la escuela. Unos pasos adelante gira la cabeza por ver si las garzas se acercan al montón de mijo. No se percata del saludo de los dos niños que también van camino de la escuela.
-Ya me sé el haiku de Matsuo Bashô –dice muy alto con el humo blanco de su aliento el crío que lleva bajo el brazo el bunchin para apoyar la hoja de papel. ¿Te lo digo? –y toma con la otra mano el fude. Sujeta el pincel como un espadachín y empieza a caligrafiar el aire limpio de la mañana; y eleva la voz como si quisiera llevarla al anciano-. “La primavera pasa. Lloran las aves. Y son lágrimas los ojos de los peces”.
Su compañero se encoge de hombros y por un momento, en el altar de sus manos se mueve una figurita de cera que representa a otro niño, la deidad redentora de los cristianos. Se acerca la fecha en que celebrarán la fiesta de su nacimiento. Luego la conmemoración de su muerte, como el frío sucede al calor, venido para fundir el témpano sobre el que ya no queda nada del puñado de mijo. Un calor capaz de rendir hasta la propia figurita de cera del salvador.
El hombre se pone las gafas. Las lágrimas, calientes, no se congelan, pero le engordan los vidrios borrosos. Retoma su andar. Ajeno ya al jaleo de las aves, el viejo dice, ahora para sus adentros: “Si sobrevivo al verano...”

miércoles, 19 de noviembre de 2008

NO DES UN PASO MÁS


Salían del Macaco’s Fit, uno de esos gimnasios para muertos de hambre presuntuosos en Copa de Oro Road, a un corto paseo de Sunset Boulevard. El gordo del control estaba malhumorado. Contrariamente a lo que se cree los panzudos siempre andan agriados, quizá cargan mala conciencia sabedores de que consumen más recursos planetarios que el resto de seres vivos.
-Dile a ese jefe tan feo que te compre una moto nueva para el reparto o la próxima vez tendré que ir yo mismo a la India a por la comida –y acompañó su última palabra con un puñetazo sobre el mostrador que quiso hacer sordina o quizá celebrar la ventosidad que acababa de lanzarse. El gordo y el vigilante de la puerta, también orondo, efigies perversas en el templo del dios cuerpo, prorrumpieron en carcajadas haciendo cisco mi teoría de la grasa y el humor fermentado.
Salían del gimnasio, ya digo, y para mi gusto no era espectacular ni mucho menos. Pero ella se pavoneaba como si en realidad fuera un muestrario de piedras preciosas, y él, el monstruito de los anabolizantes, quiso darme envidia y en un alarde de “mirad lo que el tío más fuerte del mundo hace con la tía más despampanante del mundo, cogerla en andas”, la tomó en brazos mientras bajaban las escaleras. Como unos recién casados que fueran a cruzar el umbral de su nuevo hogar. Y eso provocó que la faldita de vuelo de la pechugona, la faldita de vuelo de su hermana pequeña, dejara al descubierto sus muslacos como patas de elefante. Tal vez eso la hizo reaccionar y alzó repentinamente una pierna, de modo que su chancla de la marca Bossy salió disparada hasta donde yo me encontraba con la moto en ralentí. Me agaché a recogerla y vi en sus rostros la doméstica, la confortable seguridad del que lanza un palo a su perro. Pensarían que presa de la tímida admiración, deslumbrado por su halo de rayos UVA, deseoso de haber usado aquella especie de barcaza como cuchara, iba a correr a devolvérsela, postrarme a los pies de aquella hermanastra de Cenicienta.
Di todo el gas a la motocicleta y el carburador parecía ahogarse en un glú-glú de mezcla demasiado rica. Rogaba al dios de mi madre que aquel metrosexual neumático se hubiera desgastado minutos antes en la cinta andadora-transportadora. Me estaba llevando la chancla de aquella valkiria, y ella azuzaba a su sabueso con gritos cada vez más enfurecidos.
La he tenido una semana en el bolsillo de la camisa con el cuento de que una chica se la dejó en mi coche desorientada tras “tontear” conmigo. Nadie sabe que no tengo coche, y esta mañana se la he tirado a un gato negro (no soy supersticioso), que merodeaba por los cubos de basura del cuchitril.
Ha sido al volver cuando ese mismo jefe tan feo que tengo me ha puesto un encargo sobre el mostrador y la nota de entrega: “Macaco’s Fit. Control y purerta dentrada”. Su caligrafía es terrible, y si me sacan de las direcciones conocidas cuesta entender lo que pone. Pero esta vez de nada sirve querer perder el tiempo preguntando por lo que ya sé. Y el nudo en la garganta…El campo Observaciones, a buen entendedor… “Algún disir; algo referente a shancla rovada llevar”.

TIEMPO FÍSICO Y TIEMPO SICOLÓGICO

A propósito del tema de la conferencia, no sé si llegará a tiempo el aviso, pero esta tarde a las 19:00 si no nos es posible acudir al Palacio de Quinta Alegre, en Granada, una de las sedes del Instituto de Astrofísica de Andalucía (CSIC), podemos seguir la conferencia de dos profesores de la Complutentese y la Pablo de Olavide sobre esos dos "tiempos", algo que siempre nos interesa a los escritores y que también ocupa algún que otro epígrafe en los libros de escritura creativa.
Siento no ser más explícito pero no puedo extenderme más.

La dirección http://www.iaa.es/scyt2008/streaming.htm Repito, a las 19:00 h.

martes, 18 de noviembre de 2008

Imagine

Imagina que tienes todo el tiempo del mundo para leer. No es mi caso. Tampoco puedo dedicarle un triste minuto a este blog con aspiraciones, un blog "de quiero y no puedo". Por eso esta semana no he dejado nada en "La Biblioteca Imaginaria", pero sí los amigos Raúl Rubio Millares que recupera entre otros un libro de Hipólito G. Navarro, rupturista con el discurso tradicional del relato y que bien merece la pena (ese sí lo he leido, mira tú por dónde), y la amiga Cristina Monteoliva, además de comentarista voraz, entrevistadora de Espido Freire, publicada por Páginas de Espuma, lo que ha levantado algunas voces que expresan su desacuerdo. Yo esperaré a leerme el libro antes de opinar, aunque eso no quita que antes mire la reseña de Cristina que aparece en esta semana. "El trabajo os hará libres", es el título de este volumen de relatos.

jueves, 13 de noviembre de 2008

MANIFIESTO POR EL CUENTO

Este manifiesto no es mío, no da uno para tanto. Es de Esteban Gutiérrez, autor de "El laberinto de Noé" que no sé porqué dicen que es una novela, si me parece que es un libro de relatos del que en algún sitio leí "Pepsicola", un relato de gente sencilla, a lo Aldecoa, pero con más vida y un hilo finísimo de humor y ternura. Si queréis leerlo en su blog la dirección es http://ellaberintodenoe.blogspot.com/.

(carta abierta a todas las publicaciones periódicas)
¿Qué motivó que el cuento como nuevo género literario hubiese tenido dos espectaculares apariciones primero en el siglo XIX y después en el XX?Curiosamente la respuesta es la misma: la publicación de los mismos en revistas y diarios.Los cuentos modernos, nacen primero en los periódicos y luego se convierten en libros que los recopilan.Poe, Chejov, London escribían sus cuentos para periódicos. Carver, Cheever, Fante, Bukowski, y toda la generación del realismo sucio americano de mediados del siglo XX, adelantaban sus publicaciones con cuentos en periódicos. La nueva generación americana del desarraigo publica en fanzines y diarios locales, algunos incluso nacionales con gran tirada, antes siquiera de presentar su primer libro de cuentos.¿Qué coño ocurre en España con el cuento?¿Ningún periódico es capaz de liberar una columna para acoger un cuento moderno? Se trata de dar oportunidades a gente desconocida, pero fielmente cuentistas, no de ofrecer una columna a escritores consagrados que publican como cuento el recorte de un amago de novela.El cuento es un género narrativo mayor, quizá el más complejo en su elaboración a pesar de su aparente sencillez, que requiere una excelente técnica de relojero para lograr que en el lector surja el efecto deseado.El cuento es corto por definición, y muy intenso, y el buen cuento marca un antes y un después en la mente del lector que ha sentido como un terremoto bajo sus pies.El cuento explota en la cabeza, anida en el alma y enseña a ver la vida desde otra perspectiva.El cuento aguanta sin respirar tres estaciones de cercanías y varias de metro, el lector viaja, sí, pero no en el vagón.El cuento es el género literario más acorde con el mundo presuroso y alocado actual. Y lo es por dos motivos: 1. Su minimalismo intrínseco; y 2. En su interior guarda una bomba intelectual.Demos una oportunidad al cuento.Cada año más cuentistas se suman al movimiento. Mucho tienen que ver en ello las escuelas de creación literaria y talleres que se han multiplicado por cien en los últimos tiempos.El cuento como paso de la nada a la novela ya no es un simple ejercicio de preparación. Muchos de los cuentistas modernos son conscientes de que han encontrado en el relato corto su distancia.El cuento, el buen cuento, es un reto.Los cuentistas son a su vez devoradores de cuentos, fagocitan y degluten relatos con la esperanza de descubrir una nueva forma de tallar ese “diamante” en bruto que es la idea previa a la composición.Demos una oportunidad al cuento.

lunes, 10 de noviembre de 2008

BIBLIOTECARIOS

Como en "La Biblioteca Imaginaria" (http://www.labibliotecaimaginaria.es/) no hay crisis, esta semana se pone en nómina también Sergio Rojas García, junto con Raúl Rubio Millares, Cristina Monteoliva y yo mismo, quienes seguimos sirviendo noticias de esos libros que no aparecen en el escaparate de la librería pero que merecen su anaquel.

martes, 4 de noviembre de 2008

EL SECRETO DE LA CONSERVACIÓN

He aquí el relato que tuve la suerte de que me dejaran leer el día 3 de noviembre en el antigüo Anaïs, ahora Piaff, y que además me han publicado en un "Librito del Anaïs". Reportaje fotográfico completo en http://demesencuando.blogspot.es/i2008-11/ Allí podréis apreciar cómo hasta me había puesto, tal como prometí, colonia Jacks para salir bien en las fotos (las afortunadas muchachas que tuvieron a bien besarme lo comprobaron). Ahí queda el relato
EL SECRETO DE LA CONSERVACIÓN
1

Por aquellos días en mi casa reinaba una sensación extraña, algo parecido a lo que flotaría en el ambiente si alguien nos diera la noticia de que el mismísimo Jehová iba a poner pie en el felpudo de la entrada. De eso hace ahora cinco años; en 1945; recién terminada la guerra. El teléfono, igual que un bebé hambriento, o como uno de esos enfermos tiranos que se postran en la cama sólo por fastidiar (mi padre habla mucho de esos casos), no hacía más que reclamar atención, y si uno pegaba el oído, del otro lado de la línea eructaban atropelladamente, a todo correr, unas voces relamidas de señoras que yo imaginaba tocadas con sombreros estrambóticos. No me equivoqué. Aunque eso sea adelantar acontecimientos, he de decir que muchas aparecieron con unos que parecían fruteros. Otras tenían en la cabeza los campos de la primavera. E incluso las más arriesgadas lucían prototipos para los que, según mis cálculos, el sombrerero a buen seguro tuvo que desplumar varias gallinas inglesas.
Puede que entre ellas acordaran alguna consigna secreta para fastidiarme, porque siempre daban por terminado el recado de que mi madre se pusiera al aparato remachando sus palabras con un ridículo “guapín” o “corderito” que más de una vez, así es, me tentaron a colgar sin contemplaciones. Sin embargo, he de confesar que eso no es lo peor que se me pasó por la cabeza. Les deseé cosas más horrendas; por ejemplo que sus collares, muy ajustados a la garganta y con bolas del tamaño de las del billar, por arte de magia se convertieran en boa constrictor que las hiciera callar. Desde luego no pasan de ser cosas de la edad. Hay que tener en cuenta que se es muy susceptible a los once años. Uno ya se mira en el espejo en busca de las primeras erupciones de pelo en el pecho. Con la puerta del baño bien atascada me sentaba en el inodoro y echaba el rato con la vista fija en... bueno, en el pubis. Pretendía sorprender algún pelo en su despuntar. ¡Como si la hierba se pudiera ver crecer!
Mamá andaba tan descocada como mi hermana cuando aquella fiesta que organizó aprovechando que mis padres pasaban un fin de semana de aniversario en el lago Mistela. Entonces sí que saqué buena tajada, y la enseñanza de que en esta vida, por vender se puede vender hasta el silencio. Pero a lo que íbamos. Ahora era mamá la que se deshacía en un frenesí de risitas; de “sí, cómo no, querida”; de anotar nombres en una libreta junto al teléfono que en la tapa tenía pegado un pequeño rótulo escrito a máquina: “Asistentes a la reunión”. A decir de mi hermana, en aquel cuaderno había más relumbrón que en la oficina del banco de Chesterton Avenue con todo su oro junto. “La crema de nata de la sociedad local”. Eso fue exactamente lo que dijo, en un tono tan despectivo que irritó a mamá, y que le hizo reñirle severamente. Bueno, yo también debería tener alguna deuda pendiente, porque a raíz de eso nos obligó, a los dos, a estar presentes en el encuentro.
-Así sabréis valorar lo importante que es que las personas sepan comportarse en sociedad.
Yo amenacé con escaparme a las montañas y hacerme ermitaño, y mi hermana con ponerse enferma el día que se fuera a celebrar el mercadillo para recaudar fondos con que erigir el monumento al soldado desconocido. No surtió ningún efecto. Mi madre tenía suficiente artillería para los dos:
-Tú vete, que ya volverás. Y tú hablaste de la fiesta de no sé quién, que por cierto va a ser antes de lo del rastro. Y que como es de rigor tendrías que comprarte vestido, zapatos, complementos...
Llegado el momento mi hermana tuvo que hacer de tripas corazón y lucir sus mejores modales de muchacha en edad de ser pretendida por uno de esos jóvenes deportistas de pelo engominado, reluciente como su porvenir. Yo me vi obligado a aplastarme los remolinos con brillantina.
-Estos son mis hijos. Hijos míos, os presento a la señora Brownie Wise y al señor Earl Silas.
Había que ver a mi madre. Hacía las presentaciones de una forma tan, tan ridícula... Los suyos eran gestos sacados de una de esas películas en donde durante un baile de copete, las damas, muy remilgadas y con vestidos como campanas, disimulan su sonrisa tras un abanico.
Cuando abrimos la puerta de dos hojas para entrar en el salón de nuestra casa el estruendo de aplausos fue apoteósico. Cualquiera podría pensar que iban dirigidos a mi, que tuve que hacer las veces de operador telefónico durante esas semanas. Pero no cabía tanta gratitud en aquellos rostros siniestros y pintarrajeados. Eso que muchas de ellas me debían el estar allí... Todas las miradas se afanaban en abarcar a Earl Silas y de pronto aquellas atolondradas rompieron en aplausos. Para mayor gloria de mi madre he de decir que una vez que les presentó a todas y cada una de las momias, tuvo a bien levantar la condena de obligarnos a tragar con semejante aquelarre. Sólo volví a la sala en otra ocasión, y fue para llevar una jarra de limonada.


2

Con las gafas redondas, Earls Silas despedía un cierto tufo a profesor. Junto a su mano derecha, sobre el mantel, la cajita donde guardaba las lentes semejaba la concha abierta de una navaja que se acabara de comer. Y como si de un predicador vaticinando el fin del mundo se tratara, en torno a la mesa todas lo escuchaban embelesadas. Un pintor, a poco talento que tuviera, habría sacado tajada de la escena. Por ejemplo pintando “Reunión de forenses en torno de un cadáver”. Parecían un montón de buitres. ¡Eso! Mejor “Un montón de buitres”.
La mesa era un terreno baldío, y el espectáculo de la bandeja arrasada, desolador. Nunca me había sentido tan mal tratado. De la hermosa tarta que tres o cuatro horas antes adornaba la cocina no quedaban más que algunas miserables migajas, apenas los terruños desprendidos de una montaña. Pero aunque de vida efímera, su sabrosa fragancia todavía llenaba la habitación igual que hace el líquido dentro de una botella. ¡Qué bien me ha quedado eso dicho así! Ahora que ya he vivido lo suficiente estoy en condiciones de decir que algunas ilusiones son tan poco consistentes como pompas de jabón. Pero hete aquí que sin embargo, islote en medio del océano, oasis en el desierto, en el plato de Earls Silas descansaba la porción que le sirvieran. Ni siquiera la hurgó con el tenedor. Las láminas de manzana aún lucían superpuestas unas sobre otras como escamas en la coraza de un armadillo.
-Por si te interesa saberlo, la elaboración de una tarta de manzana implica un trabajo ímprobo –eso no se le ha quitado, a mamá todavía le gusta usar palabras atascadas en diccionarios mohosos-. Una tarea reservada sólo a las ocasiones muy especiales. ¿Acaso piensas, jovencito, que todos los días me puedo meter en la cocina?
¡Malditas buenas maneras! ¡A los hombres primitivos no los refrenaba esa manía del refinamiento! Estoy por apostar que de haber observado ellos las mismas estúpidas costumbres, a estas alturas andaríamos tan poco evolucionados como para tener a Blancanieves de presidenta de la nación. De buena gana me hubiera abalanzado sin miramientos sobre el trozo que, como un náufrago aterido por el frío, temblaba en su platillo de porcelana. Porque seguro que temblaba. Ninguno lo percibíamos, pero puedo jurarlo: la casa por fuerza tenía que estar vibrando. ¿Qué cual era la causa? Aquellas hormigoneras que todas sin excepción llevaban sepultadas bajo un manto de grasa; sus estómagos inflados como gaitas irlandesas, puestos a funcionar. ¿Son los perros o los gatos los que barruntan los terremotos? Si cualquiera de esos detectores domésticos estuviera en la sala, se le habrían disparado todas las alarmas.
Cuando mi madre hizo un gesto muy comedido con la mano para que espabilara, fue cuando salí de mis cavilaciones. Puse la jarra en el centro de la mesa, donde mismo quedaban algunos vasos sin usar. También había unos cuantos cacharritos hechos de plástico. Pero un plástico más refinado, menos rugoso que el de esas primeras regaderas que vendían en Brito’s y que según el dependiente estaban llamadas a desbancar a las antiguas, hechas de chapa de cinc, pesadas y feas como dinosaurios. La mayoría de los cacharritos tenían puesta su tapadera, pero en un aparte quedaba esparcido un batiburrillo de tapas y cacharros sin ellas. Había de varios tamaños y distintas formas: cuadrados, rectangulares...
Pero ya digo, el verdadero centro de atención, como un superhéroe que se hubiera avenido a dar una conferencia, era el hombre, ahora de pie. Aunque bien visto, tengo que reconocer que cautivaba el tono de sus palabras, más propio de un mago que pronto fuera a sacar un conejo de la chistera.
-Lo siguiente, señoras, que les voy a mostrar, es la principal de todas las ventajas: el secreto de la conservación.
Tomó una de las cajas y su correspondiente tapadera, y la exhibió al distinguido público congregado que no dejaba de mirar a las dos partes, lo mismo que el que tiene un ojo puesto en el serrucho y el otro en la chica que sobre el escenario está introducida en un ataúd por el que le asoman sólo las extremidades y la cabeza, y a la que van a partir como una rebanada de pan, sin que exhale una queja, y que luego para mayor asombro en vez de en la morgue termina de pie recibiendo las ovaciones. Puso el contenedor en la mesa. Cogió la porción de tarta. En la candidez propia de mi edad pensé que me lo iba a ofrecer, pero el muy canalla lo metió dentro.
-Después voy a taparlo. Les aconsejo que no sean impacientes y esperen dos días para volver a abrirlo. Comprobarán por si mismas que esta exquisita tarta –menudo falso el tío, si ni siquiera sabía cómo sabía, válgame la redundancia- se conserva intacta –sonó una leve ráfaga de aplausos-. Ahora, la señora Brownie Wise, a quien antes ya he tenido el gusto de presentarles, procederá a repartirles una hoja con los datos para dirigir sus pedidos cuando lo deseen. Porque estoy seguro que así lo harán –y su voz adquirió un tono picarón, como si en realidad buscara concertar una cita con alguno de aquellos loritos.
Puso la tapa y a continuación presionó. El “choff” que salió del cacharro al cerrarse hizo que se desatara un tremendo palmoteo. ¡Menuda proeza! Mamá me miraba con la boca apretada y la frente llena de arrugas. ¿Por qué tendría que aplaudir? ¡A mi no me emocionó lo más mínimo! Si tuviera que definir la impresión que me provocó diría, si acaso, que lo encontré gracioso. Me recordaba la salida de una ventosidad apagada, escapada sin fuerza, temerosa de delatar en público la evidencia de su fuga. Es el mismo ruido que yo puedo hacer si me pongo la mano en el sobaco (dejando fuera el pulgar) y aprieto rápido y fuerte el brazo. La diferencia estriba en que cualquier cosa que me metiera en el sobaco terminaría fermentando.


3

-Muchacho, me han dicho que has contribuido enormemente al éxito de este encuentro haciendo las veces de secretario –yo era el último de quien se estaba despidiendo y me tendió su mano que estreché-. Aquí tienes mi tarjeta. A lo mejor un día te puedo devolver el favor –y sonrió dándome un cachete amigable en la mejilla.
Nunca he hablado con nadie de esto, pero muchos días miro y remiro la tarjeta que guardo en mi álbum de recuerdos valiosos: “Earl Silas Tupper. Químico e inventor”, y entonces vuelvo a preguntarme por eso que sigue siendo un misterio para mí, el secreto de la conservación. El tupperware, fiel a su inventor, conserva bien su secreto.

INVITACIÓN A LA LECTURA

Una semana más "La biblioteca imaginaria" (http://www.labibliotecaimaginaria.es) abre sus puertas en horario ininterrumpido, y este mes ha llegado a la nada despreciable cifra de mil y pico visitas. Y yo que decía "Reseñas que nadie nunca leerá"... Esta semana estamos que no cabemos: Eduard Pascual, autor de "Codex 10", cuyo blog con este mismo nombre puedes visitar, Raúl Rubio Millares, Cristina Monteoliva, y yo mismo. Variedad de autores y disparidad geográfica. Nos salimos del circuito, que no de la pista.