miércoles, 3 de junio de 2009

VEO ELEFANTES ROSAS PASAR


Él no se arrojó a los pies de las bestias. La culpa la tienen todos aquellos que siempre le remacharon que era un soñador. Se lo inocularon como un placebo, tanto le daban la murga que me parece a mí que ni el mismo ya sabía si andaba o no por los Cerros de Úbeda. Algo de eso tuvo que ser. Cualquiera en su sano juicio sabe que unos cuantos elefantes paseando por la Plaza de la Constitución no pueden ser más que prófugos de carne y hueso huidos del “Circo hindú” que justo iba en tránsito para la capital. Y no hay que ser un Pitágoras para calcular que por esa fecha es la fiesta de Holi, y que los indios se olvidan de las barreras que imponen las castas y se dan al desenfreno. No se necesita ser un Sherlock Holmes para suponer que primero estaban dándoles una mano de imprimación rosa, para luego decorarlos según su costumbre. Claro, que en las tragedias siempre se dan elementos concomitantes: el rosa es el color de la ciudad de Japur, y símbolo de la hospitalidad. Él en su perturbación interpretó eso como una señal del cielo o vaya usted a saber de dónde. El caso es que confundió “hospitalidad” con “acércate aquí”. Parece que lo estoy viendo: Algo asustó a los paquidermos cuando los pintaban de rosa. De modo que salieron escopetados, en estampida por las calles… Un ratón. Eso es lo que desde la noche de los tiempos aterroriza a los elefantes.

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