jueves, 13 de noviembre de 2008

MANIFIESTO POR EL CUENTO

Este manifiesto no es mío, no da uno para tanto. Es de Esteban Gutiérrez, autor de "El laberinto de Noé" que no sé porqué dicen que es una novela, si me parece que es un libro de relatos del que en algún sitio leí "Pepsicola", un relato de gente sencilla, a lo Aldecoa, pero con más vida y un hilo finísimo de humor y ternura. Si queréis leerlo en su blog la dirección es http://ellaberintodenoe.blogspot.com/.

(carta abierta a todas las publicaciones periódicas)
¿Qué motivó que el cuento como nuevo género literario hubiese tenido dos espectaculares apariciones primero en el siglo XIX y después en el XX?Curiosamente la respuesta es la misma: la publicación de los mismos en revistas y diarios.Los cuentos modernos, nacen primero en los periódicos y luego se convierten en libros que los recopilan.Poe, Chejov, London escribían sus cuentos para periódicos. Carver, Cheever, Fante, Bukowski, y toda la generación del realismo sucio americano de mediados del siglo XX, adelantaban sus publicaciones con cuentos en periódicos. La nueva generación americana del desarraigo publica en fanzines y diarios locales, algunos incluso nacionales con gran tirada, antes siquiera de presentar su primer libro de cuentos.¿Qué coño ocurre en España con el cuento?¿Ningún periódico es capaz de liberar una columna para acoger un cuento moderno? Se trata de dar oportunidades a gente desconocida, pero fielmente cuentistas, no de ofrecer una columna a escritores consagrados que publican como cuento el recorte de un amago de novela.El cuento es un género narrativo mayor, quizá el más complejo en su elaboración a pesar de su aparente sencillez, que requiere una excelente técnica de relojero para lograr que en el lector surja el efecto deseado.El cuento es corto por definición, y muy intenso, y el buen cuento marca un antes y un después en la mente del lector que ha sentido como un terremoto bajo sus pies.El cuento explota en la cabeza, anida en el alma y enseña a ver la vida desde otra perspectiva.El cuento aguanta sin respirar tres estaciones de cercanías y varias de metro, el lector viaja, sí, pero no en el vagón.El cuento es el género literario más acorde con el mundo presuroso y alocado actual. Y lo es por dos motivos: 1. Su minimalismo intrínseco; y 2. En su interior guarda una bomba intelectual.Demos una oportunidad al cuento.Cada año más cuentistas se suman al movimiento. Mucho tienen que ver en ello las escuelas de creación literaria y talleres que se han multiplicado por cien en los últimos tiempos.El cuento como paso de la nada a la novela ya no es un simple ejercicio de preparación. Muchos de los cuentistas modernos son conscientes de que han encontrado en el relato corto su distancia.El cuento, el buen cuento, es un reto.Los cuentistas son a su vez devoradores de cuentos, fagocitan y degluten relatos con la esperanza de descubrir una nueva forma de tallar ese “diamante” en bruto que es la idea previa a la composición.Demos una oportunidad al cuento.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No comparto muchas cosas con el autor del manifiesto. En concreto, la idea de que el cuento se avenga bien con esta época de prisas: yo (como otros cuentistas, dígase Muñoz Rengel, ya lo hemos omentado alguna vez), opino que el cuento requiere de una concentración y un hábito lector tan afilado que no es buen compañero del mordisquito rápido entre parada y parada del metro, sino más bien acompañarlo de un buen rioja y una lupa de aumento, paladearlo, releerlo y descubrir sus ruedecillas girando en perfecta sincronía. Para los tiempos de velocidades y trasiegos instantáneos, "Los pilares de la tierra", que no tiene ruedecilla alguna y se pueden saltar páginas sn menoscabo del sustento de tanta catedral. Así que de rapideces y consumo fast food con el cuento, nada. Al menos con los míos, ¿eh?
Por otro lado, eso de su "minimalismo intrínseco", tampoco me convence demasiado: no sólo existen Cheever, Carver y Salinger y su austeridad expresiva, sino también la pirotecnia verbal y en absoluto vacua de Danilo Kis, Robert Walser o Alejo Carpentier. Tanto monta monta tanto, lo que importa es adecuar las palabras a lo que se quiere narrar: no sean cicateros con adjetivos, verbos o sustantivos, no cuenten las palabras, escuchen a los personajes y sus actos y sus omisiones y pónganles sonido, pónganles música (pero que sea de cámara), no miren de reojo a su compañero en el taller de escritura mientras practican los ejercicios libres, desdeñen la escuadra y el cartabón y los trajes de temporada, dejen salir al cuento desnudo a la calle si es preciso, que coja un par de pulmonías.
Con respecto a lo de "bomba intelectual" (creo recordar la expresión), pues qué quieren que les diga, a veces es preferible un simple chispazo emocional y no una traca de elaboraciones metafísicas, las quimeras de un labriego antes que los desvaríos de un astrónomo. A veces.
En fin, que hoy me he levantado mosca cojonera. Será que como cuentista, hace tiempo dejé de creer en los decálogos, las normas, las direcciones, las quejas y las reivindicaciones de género. No me ha ido mal del todo. El cuento es lo que es: la distancia más corta entre dos mundos. Sin marcha atrás y sin freno. Todo lo demás, es silencio.

PD: por supuesto, hagan el caso preciso (o séase, poco)a todo lo dicho anteriormente, que esto se parece ya demasiado a un decálogo y odio contradecirme.

José Cruz Cabrerizo dijo...

La verdad es que eso de que es ideal para leer en el autobús y todo ese rollo es una idea con tintes comerciales que alguien ha lanzado y los demás vamos repitiendo. Pero hay relatos un poco más largos que no se prestan a esa lectura (y no hablemos de capitales de provincia, donde los trayectos son tan cortos), y supongo que como para mí, para el resto de lectores de relato, dejar un relato a medias te rompe.

Lo de las reglas también lo llevo muy mal, y parece que si un micro no las cumple no está bien resuelto, como si se tratara de una derivada.

Un abrazo, Miguel Ángel.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con lo del microrrelato, José (y también con el resto de cuestiones). Un género de tantísima restricción y necesidad de precisiones como el microrrelato no puede JAMÁS acotarse mediante reglas, porque entoces morirá desangrado o aburrido de ser siempre el mismo ante el espejo. Lo he estudiado con detenimiento durante años, he elaborado mis propias teorías al respecto, y la única conclusión que saco es que sólo puede (y debe) definirse por lo que no es. Que cada cual extraiga sus microconclusiones (dentro o fuera del taller). Abrazos, Pepe (perdona la familiaridad, José, pero es que eran muchas acentuaciones asonantes en "e" y la última era ya intolerable).